jueves, 24 de marzo de 2016

CARTAS A THEO - FRAGMENTOS

Vincent Van Gogh le escribió muchísimas cartas a su hermano Theo. Leí el libro que armó Víctor Goldstein, y separé algunas partes que me gustan (entre muchas).

Londres, 31 de julio de 1864
Querido Theo:
Me pone contento que hayas leído a Michelet y que lo comprendas así. (…)
Para mí, ese libro ha sido una revelación, (…).
Y también creo que un hombre y una mujer puedan formar uno, convertirse en uno, digamos formar un todo, y no dos mitades.

8 de septiembre
Theo, quisiera decirte algo que quizá te sorprenda: Deja de leer a Michelet, o a cualquier otro libro (excepto la Biblia) hasta que nos volvamos a ver en Navidad.
Sé prudente en lo que concierne a las palabras que he subrayado en tu carta. Por supuesto hay, gracias a Dios, una dulce melancolía, pero no sé si todos somos capaces de conocerla.

París, 25 de septiembre de 1875
Querido Theo:
(…)
Voy a deshacerme de todos mis libros de Michelet, etcétera, etcétera. Haz lo mismo.

París, 11 de septiembre de 1875
(…) ¿Has hecho lo que te aconsejé que hicieras? (…) No olvides tampoco a Renan, pero abandona su libro. “Has encontrado miel, trata de no comer demasiado, para que la miel no termine por asquearte”.

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Es cierto que hice cosas que, en cierto sentido, fueron errores. Por eso no tengo gran cosa que decir.
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(…) tiene compañeros de ruta. El sentimiento de nuestra dignidad depende en gran parte de nuestras relaciones con los otros.
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Sinceramente, creo que más vale que nuestras relaciones estén impregnadas de confianza recíproca. Sentir que me he vuelto una carga para ti o para los otros, que no sirvo para nada, que muy pronto seré a tus ojos un intruso y un ocioso, de manera que más valdría que no existiera, saber que tendré que eclipsarme cada vez más delante de los otros, si fuera así y no de otro modo, sería presa de la tristeza y víctima de la desesperación.
Me resulta muy penoso soportar este pensamiento, y más penoso todavía creer que soy la causa de tantas discordias y penas en nuestro medio y en nuestra familia.
Si fuera así, preferiría no quedarme demasiado en este mundo.
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Pero es preciso aprender a leer, como se debe aprender a ver, y aprender a vivir.
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Por lo tanto, no debes pensar que reniego de esto o aquello; yo soy una especie de fiel en mi infidelidad, y aunque cambiado, soy el mismo, y mi tormento no es otro más que éste: ¿para qué podría ser apto yo, no podría servir y ser útil de alguna manera, cómo podría saber más y profundizar tal o cual tema? Ya ves, eso me atormenta continuamente, y además uno se siente prisionero en la tortura, excluido de participar en tal o cual obra, y tales y cuales cosas necesarias están afuera de alcance. A causa de eso uno está melancólico, y se sienten vacíos allí donde podría haber amistades y altos y serios afectos, y se siente el terrible descorazonamiento roer hasta la energía moral, y la fatalidad parece que puede poner una barrera a los instintos de afectos, y una marea de asco que sube. Y luego uno dice: “¡Hasta cuándo, Dios mío!”.
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Me siento viejo cada vez que pienso que la mayoría de la gente que me conoce me considera un fracasado; me parece que algún día podrían tener razón si ciertas cosas no cambiaran. Cuando me digo que eso podría suceder, lo veo tan intensamente real que me siento descorazonado y todo deseo se aleja de mí, como si ya hubiera sucedido. Cuando vuelvo a mi estado de ánimo normal, más tranquilo, me alegro de que hayan transcurrido treinta años y que éstos no hayan transcurrido sin haber aprendido yo algo de lo cual podré sacar partido más tarde. Siento entonces la fuerza y los deseos de vivir los treinta años siguientes, si me es dado vivirlos.
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Lo que sí depende de mí, aquello de lo que soy responsable, es beneficiarme de las circunstancias en las que me encuentro colocado de buen o mal grado, y hacer todo lo posible por ir hacia adelante.
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(…) la vida no es más que una especie de período de abono, y que la cosecha no es de este mundo.
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La verdad es que la vida se oscurece y el porvenir parece más negro, cuando el trabajo le cuesta dinero a uno y, cuanto más trabaja, más siente uno que el suelo vacila bajo sus pies, cuando su trabajo debería hacerle subir a la superficie y ayudarle a hacer frente a las dificultades y a los gastos, ya que uno duplica sus esfuerzos.
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Es humano estar enojado por alguna razón, pero no es amable permanecer enojado más de un año, después de diversas tentativas de acercamiento.
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Domingo por la noche
(…) Me dije que era lamentable que no me haya enfermado, que no haya logrado romperme el alma en el Borinage, en lugar de comenzar a pintar. Porque estoy a tu cargo, pero no puedo hacer nada contra ello, al fin y al cabo. Sucede que es preciso pasar por varios niveles antes de convertirse en un buen pintor; mientras tanto, no todo lo que uno hace es malo, con tal que se haga lo mejor posible, pero raros son aquellos -¿acaso existen?- que juzguen el trabajo de uno en su conjunto, en función de su mentalidad y de sus aspiraciones, y que no exigen… no sé lo que exigen, a decir verdad.
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No solo me he dispuesto a dibujar relativamente bastante tarde, sino que tampoco estoy seguro de vivir muchos años más.
Si calculo con sangre fría, si me arriesgo a hacer una estimación, una especie de estimación, y si me pongo a pensar en eso, llego a la conclusión lógica que de ninguna manera soy capaz de predecir con certeza cualquier cosa en esta materia.
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(…) decía Rappard que pensaba, en lo que a mí concierne, que hay verdad en la misteriosa frase: “Quien trate de salvar su vida la perderá, pero quien la pierda por algo elevado, aquél la encontrará”.
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Se ha producido aquí un acontecimiento, Theo, que la mayoría ignora, que ni siquiera sospecha y que debe seguir ignorándolo; por lo tanto debes permanecer callado como una tumba; ¡es espantoso! Para contártelo todo sería preciso escribir un libro, pero yo soy incapaz de hacerlo. Esto es lo que pasó. La señorita X (…)
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(…) cuando uno quiere ser activo, no hay que tener miedo de hacer ciertas cosas al revés, no hay que tener miedo de cometer algunos errores. Para volverse mejor, no basta, como la mayoría cree, con no hacer nada malo. La pasividad es una mentira, tú mismo decías en otros tiempos que lo era. Así se desemboca en el estancamiento, en la mediocridad. Extiende colores sobre la tela blanca si ves a una que te mira fijamente con un aspecto un poco imbécil.
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Dile que a mis ojos Millet y Lhermite son verdaderos pintores por la razón de que no pintan las cosas tal como son, secamente analizadas, escrutadas, sino tal como las sienten, los Millet, los Lhermite, y los Miguel Ángel. Dile que mi gran deseo es aprender a pintar esas inexactitudes, esas anomalías, esas reconstrucciones, esas modificaciones de la realidad, para que todo eso pueda convertirse, ¡claro que sí!, en mentiras, si se quiere, pero mentiras más verdaderas que la verdad literal.
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Ah, cada vez más me parece que la gente es la raíz de todo, y aunque el hecho de no encontrarse en la verdadera vida siga siendo enteramente un sentimiento melancólico, en el sentido que más valdría hacer niños que cuadros o negocios, sin embargo uno se siente vivir cuando piensa que tiene amigos en aquellos que tampoco están en la verdadera vida.
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 No veo negro el porvenir, pero sí erizado de dificultades.
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 Uno ya no se revela contra las cosas, tampoco se resigna, se enferma con ellas y eso no pasará, y uno no puede precisamente remediarlo.
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El coche que uno arrastra debe servir a gente que no se conoce.
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No nos sentimos morir, pero sentimos la realidad de ser poca cosa, y que para ser un eslabón en la cadena de los artistas pagamos un precio inflexible de salud, juventud, libertad; no gozamos, no más que el caballo de tiro, que arrastra un coche de gente que sí va a gozar de la primavera.
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Quizá sea demasiado tonto escribir todo esto, pero así lo sentía, me parecía que, como yo, tú sufrías al ver que tu juventud se esfumaba, pero si ésta vuelve a crecer y aparecer en lo que uno hace, no hay nada perdido, y la potencia de trabajar es otra juventud.
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 Sólo entonces siento la vida, cuando trabajo inflexiblemente.
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 En suma, estoy descontento con todo lo que hago.
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Indudablemente es un extraño fenómeno que todos los artistas, poetas, músicos, pintores, sean materialmente desdichados –también los dichosos-, lo que últimamente decías de Guy de Maupassant lo prueba una vez más. Eso remueve la eterna cuestión: ¿la vida es totalmente visible para nosotros, o bien antes de la muerte no conocemos de ella más que un hemisferio?
Los pintores –para no hablar más que de ellos- que están muertos y enterrados hablan a una generación siguiente o a varias generaciones siguientes con sus obras.
¿Acaso esto es todo o aún hay más? En la vida del pintor quizá la muerte no es lo más difícil que le toca.
Yo declaro no saber nada, pero ver las estrellas siempre me hace soñar, tan simplemente como me hacen soñar los puntos negros que representan pueblos y ciudades en el mapa. ¿Por qué, pienso, los puntos luminosos del firmamento nos serían menos accesibles que los puntos negros en el mapa de Francia?
Si tomamos el tren para ir a Tarascón o a Ruán, tomamos la muerte para ir a una estrella.
Lo que es indudablemente cierto en este razonamiento es que, al estar en vida, no podemos ir a una estrella, del mismo modo que al estar muertos no podemos tomar el tren.
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Me hago más viejo que tú, y lo que yo ambiciono es ser menos gravoso para ti. Pero eso, si no sucede una catástrofe demasiado enorme, y si no sobreviene una lluvia de sapos, espero lograrlo.
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 Mi querido hermano, si yo no estuviera perdido y chiflado por esta maldita pintura, ¡qué marchand sería todavía precisamente para los impresionistas! (…) siento que ya no puedo lo que habría podido.
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Lo que pasa –en efecto- es que nos hemos vuelto más grandes y que es preciso actuar de acuerdo a actuar de acuerdo a eso; todo el resto no existe. Pero están los pro y los contra, y… habrá que hacerlo valer.
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Si hace un momento te recordaba lo que nos cuesta la pintura, era sólo para insistir sobre lo que debemos decirnos, que fuimos demasiado lejos para volver atrás, y en cuanto a lo demás no insisto en nada. Ya que aparte de la vida material, ¿qué cosa podría serme necesaria en adelante?
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Si yo pensara, si reflexionara en las posibilidades desastrosas, no podría hacer nada, me arrojo de cabeza en el trabajo, saldo de allí con mis estudios; si la tormenta por dentro ruge demasiado fuerte, bebo un vaso de más para aturdirme. Eso es estar chiflado frente a lo que se debería ser.
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Por eso entonces casi me atrevo a asegurarte que mi pintura se volverá mejor. Porque ya no tengo más que eso.
**(…) nos queda cierta melancolía pensando en que con menos gastos uno hubiera podido hacer vida, en lugar de hacer arte.
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Si puedes, deberías hacerme sentir que el arte está vivo, tú que quizás amas al arte más que yo.
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Yo tomo las cosas con paciencia, por falta de otros medios de soportarlas.
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Eso me tienta tanto, no la bebida, sino la pintura de granujas.
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¡Ah!, mi querido hermano, a veces sé tan bien lo que quiero. También en la vida y en la pintura puedo estar sin Dios, pero como sufro no puedo estar sin algo más grande que yo, que es mi vida, la potencia de crear.
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A menudo me parece que la noche es mucho más viva y ricamente coloreada que el día.
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(…) no hay nada más realmente artístico que querer a la gente.
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Y bien, mi trabajo, yo arriesgo mi vida en él, y mi razón se ha hundido a medias –bueno-, pero tú no figuras entre los marchands de hombres, que yo sepa, y puedes tomar partido, me parece, actuando realmente con humanidad, pero ¿qué quieres?

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Aparte de las cosas que dice, lo que me encanta es cómo está traducido. La exageración de cómo se hablaba antes, y cómo se va contando todo. Hay un montón de opiniones de Vincent sobre pintura, y pasa de estar triste y deprimido a hablar de pintura así de la nada, feliz. Estaba chiflado. 
Al principio del libro, el traductor escribe un prólogo donde dice "(...)el lenguaje de Van Gogh es a menudo irregular y antojadizo. A esto se añade el hecho de que si bien Vincent escribía corrientemente en tres idiomas (holandés, francés e inglés), no lo hacía perfectamente bien en ninguna de las tres lenguas. (...) En estas cartas, su lenguaje es a menudo duro, poblado de errores de construcción y puntuación, amén de los ortográficos, nada "Literario", en suma -en el sentido general de este termino-, pero absolutamente auténtico y de una extraordinaria fuerza.
Sea como fuere, si bien he tratado de aligerar su "estilo" para una mayor facilidad de lectura (...), en lo posible he intentado respetar tales incorrecciones".
No sé realmente nada de idiomas, pero el libro me fascinó.

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