sábado, 24 de marzo de 2018

Las vueltas entre la poesía y lo fantástico - "Última vuelta" de Samantha Schweblin


Joaquín V. González
Curso de iniciación – Lengua y Literatura

No había mucho tiempo para escribir, la entrega era de un día para el otro, y bueno. Está escrito sin retocar, sin aclarar mejor pensamientos. Pero si no lo subo ahora, nunca más lo voy a subir. No me alcanza la vida para corregir todas las hipponeadas. 

Consigna 4 – Las vueltas entre la poesía y lo fantástico

De acuerdo con las lecturas, no podemos dar un significado definitivo a poesía. Podemos sentirla, sentir cuando algo es poético. Y eso debe bastarnos para definirla. Incluso a los lectores que decimos que no nos gusta la poesía, o que no la entendemos, cuando algo nos conmueve, una de las primeras palabras para tratar de describir ese algo, es: “poético”.
Cortázar nos dice que “la poesía es eso que se queda fuera, cuando hemos terminado de definir la poesía. Creo que esa misma definición podría aplicarse en lo fantástico[1]”.
En la “Última vuelta”, de Samantha Shewblin, encontramos la unión de lo poético y lo fantástico. Empieza con una introducción de cuento infantil, que se va convirtiendo en algo más trágico a partir de: “Pregunta si la quiero. Digo que sí. Pregunta si vamos a vivir juntas para siempre[2]. Ahí nuestra mente de lector sensible empieza a abrirse a los posibles sentimientos que vengan a hacernos llorar. Al instante nos enteramos que la protagonista y su hermana Julia, desde la calesita, no encuentran a su mamá. Qué manera directa de llevarnos a la identificación. La mayoría de las personas entendemos eso de no encontrar a nuestra madre, poniéndonos en un contexto de vueltas y personas desconocidas, incomodándonos, en nuestro caballo que es lo único que nos hace feliz, y el entorno nos dice que nos tenemos que ir, que bajar. No queremos, pero la niña-anciana lo debe hacer.  
El carrusel se detiene”, “me preocupa no ver a mamá[3], son los momentos claves donde la niña se va transformando. Cuando apenas baja para ceder su lugar, otro niño lo ocupa, cuando apenas se da cuenta que bajó, en un segundo pasó toda su vida. Tomando la calesita como vida, y el caballo como infancia, encontramos los opuestos vida/muerte:
“Acaricio la piel cálida, fuerte de mi caballo”[4]/ “La abuela de los hermanos (…) Está helada y es tan flaca”, “Caigo al piso de tierra y creo que ella cae conmigo” (momento de fusión niña-anciana), “Siento frío”, “así inmóvil”, “huesos[5].
Ese momento visual, cuando la niña toma las manos de la anciana y caen juntas, al caer solo son una misma persona, es decir ambas son la anciana que no puede levantarse. Es ahí cuando lo fantástico resplandece, como el anillo imaginario de rubí. Cortázar dice: “de golpe nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad tienen la impresión de que las leyes no se cumplen del todo, dando su lugar a una excepción[6].
Las palabras destacadas que nos hacen reflexionar, y leer con un subtexto la historia, son pura interpretación que sale del lector conmovido, ese que encuentra lo poético. Que al leer, está “esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje”, que no puede dejar de pensar porque “cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa”[7].
En una segunda lectura, sabiendo el final, hay una clara relación entre la primera y última página. “Pregunta si algún día tendremos un castillo, si va a ser inmenso y si las indias viven en castillos así, inmensos. Le digo que sí”[8]. Esto cuenta la niña-anciana al principio; y en el final, cuando parece que su vida se acaba pronto, ella ve “infinitas, las praderas verdes que me separan del castillo[9]”. Su reflexión del paso del tiempo, en su sueño despierto, ve cómo todos los años de su vida la separan de aquel momento, del castillo-infancia. No podemos afirmar que la anciana murió, así como no podemos definir la poesía o diferenciar qué es lo fantástico. Debemos quedarnos con esa idea (poética) que nos haya dejado.
Yo, como lectora, interpreto que se fue de esta vida en su ensueño. La última imagen que vemos es un paisaje verde y un castillo de fantasía. Si se me permite la referencia fuera de los textos estudiados, comparo este final con el de la película “Finding Neverland” (Descubriendo el país de Nunca Jamás)[10]. Donde la mujer protagonista fallece en el final, pero no vemos su cuerpo inerte, sino ella entrando en un mundo fantástico (y por qué no, poético), de hadas y otras seres, en un paisaje verde con colores infantiles. Entrando literal, a un cuento fantástico. A su vez, volviendo a “Última vuelta”, la anciana toma el mismo camino del Nunca Jamás. Va hacia su propio cuento fantástico, infantil, de indias hermosas, superpoderes, caballos y un castillo inmenso.


[1] El sentimiento de lo fantástico, Cortázar, J. pág 68.
[2] Última vuelta, pág. 54.
[3] Última vuelta, pág. 55.
[4] Última vuelta, pág. 55.
[5] Última vuelta, pág. 56
[6] El sentimiento de lo fantástico, Cortázar, J. pág. 68.
[7] La palabra que sana, Pizzarnik, A. pág. 49.
[8] Última vuelta, pág. 54.
[9] Última vuelta, pág. 56.
[10] Dirigida por Marc Forster, 2004.

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